martes, 29 de julio de 2008

ANDREA COTE en LUNA NUEVA No. 34.

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EN LA REVISTA
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Andrea Cote (Pág. 17 de la Revista)
Barrancabermeja, Colombia. 1981. Estudió la carrera de literatura. Publicaciones: Puerto Calcinado (2003). Premio Nacional de Poesía Universidad Externado de Colombia. Premio Internacional de Poesía Puentes de Struga (2005). Una fotógrafa al desnudo Biografía de Tina Modotti. (2005). Blanca Varela o la escritura de la soledad (Ensayo, 2004).

Poemas suyos han sido traducidos al inglés, francés, alemán, árabe e italiano. Formó parte del Comité Organizador del Festival Internacional de Poesía de Medellín y del Comité Editorial de la revista de poesía Prometeo. Actualmente adelanta estudios de PhD en Literatura en la Universidad de Pennsylvania.
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Fotografía: Ángela Vásquez

Página 17 de la revista y corresponde a la


en el portafolio de la fotógrafa
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POEMAS
Páginas 18 a 22 de la Revista

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La lluvia

Si nevara en esta ciudad,
la gente no tardaría en escribir
lo que el tiempo no tardaría en borrar
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Ver llover
Sé que la lluvia también es un dios, atroz como el otro,
calmo como el otro. Lo sé porque veo a los hombres pronunciar alelados
los dos nombres posibles de la lluvia en sus tardes más grises,
diciendo:
Ven y bórralo todo,
ven y llénalo todo.
Y siento la fe del hombre que trabaja por el premio de la lluvia,
que es el agua misma que la tocó a ella, que la bañó a ella, en la que
ella ya durmió. Y sé que a todos les espanta ese rumor a cuentagotas
que viene con su misma cantata sin desuso y obliga a correr apresurados
y cerrar las puertas de las casas que
de no ser así se llenarán de lluvia
y serán de la lluvia hasta caer.
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También las cosas se desean
Se allegan por eso por la sombra, cuando nadie las ve,
así como el hombre que camina por rozar la tierra que ella ya
tocó,
en que ella ya durmió;
así como el agua de la lluvia,
yo,
así como el agua de la lluvia el que recibe el rozar de tus
cabellos,
mujer –y no lo sabe–,
el que mira las cosas que tú ves y se estremece por un olor que
fue primero tuyo, mujer –y no lo sabe–.
Pues es verdad
también las cosas se desean,
igual que el río que en la tierra cae por tocarla, igual tu cuerpo dentro y
fuera del aire,
pesando en la tierra y avanzando a trechos de luz.
Porque es verdad que llueve, sobre el fondo pardo y recio de la tarde,
llueve, sobre la espalda de tu amante llueve
solamente y con el único fin de
que un tramo de luz se desplome de tus hombros, mujer, suele llover
sobre los bordes raídos de la hierba, los bordes que mordió la brisa
sólo para pasar sobre ti
–aunque no sepas–, aunque no aciertes a ver
que las cosas –inconscientes, silenciosas– se deslizan por
el deseo de estar juntas.
Sé lo que dije:
la lluvia es un dios
y la estrechez de nuestras calles el anuncio de un tren
que se va defi nitivo,
cargado de prodigios;
el tren del día que se cobra
todas las cosas
que ya no conocerás,
lo que nunca te hará mal.
Sé que la lluvia
es tierra ceremonial
Por eso tú,
intacto,
vuelves a tu casa
huyendo del agua,
soslayando el rumor;
pero sabiendo,
al fi nal,
que esa mujer se adornaba con el agua
–fl or de marfil–
que ella era bella por la lluvia
–pincel del aire–
y que el sonido repetido en cada calle
era ella
–rincón del mundo–
y que el rumor indescifrable
era su nombre
aún sin pronunciar,
porque al final,
el tren
también es ella
que se va
con su beso detenido,
confundido entre las cosas que ya no sucederán.
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Luz artificial
Así es la casa cuando uno entiende que el tintinear incesante, el sonido
sordo de la bombilla eléctrica es todo eso que la luz tiene de mejor. Es
la luz que suena si se topa ruin con los ojos abiertos, heridos de
claridad, también cuando los rayos del mediodía, rendido en la hierba
de este lugar sin nombre, en el que en todo caso yo habría de caminar
sin ti, anuncian: que apenas haya noche encenderé las luces, lento y
ruidoso, como ese terco y melancólico dios que enciende luces por
no decir que la lluvia alimenta las ganas de estar dormidos y de caer
derruidos, pardos, donde no nos toque esta luz eléctrica que se riega
de noche por las colinas e inventa el tiempo y la voluntad, porque
estas gentes esperan que esté oscuro y encienden las luces con simetría
–juegan eso– y las apagan con desarreglo. En todo caso es una ciudad
enorme y siempre hay alguien que no puede dormir.
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Las huestes
Salgo al gran viaje cada cierto número de años.
Me voy llevándome un nombre
y una parte en él se humilla,
irremediable.
Me voy en huestes
y en oscuros rebaños;
lo hago para poder hablar de ti
lo hago para no hablarte.
Salgo al gran viaje.
Me muevo en tu joven raíz
Y en tu amada marcha.
Viajo para poner un poco de la ruta en mí,
un poco de la ruta en ti.
Salgo en esta ceremonia
y lo hago para creer en ti,
y lo hago para que vuelvas a creer en algo
Me muevo porque existe una cosa incomunicable
y porque he visto cuánto amas las cosas que regresan.

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Otra información y poemas de Andrea Cote Botero

Complementos que no aparecen en la versión impresa de Luna Nueva No. 34.

*** Poeta y profesora universitaria. Su libro Puerto calcinado obtuvo el Premio Nacional Universitario de Poesía Externado de Colombia y el premio Ponts de Strugas que otorga la Unesco. Su libro A las cosas que odié, recibió en 2007 una mención de honor en el Premio Internacional Rubén Darío otorgado por el P.E.N. Club de España. (De: http://www.casadepoesiasilva.com/programacion.htm , Julio 29, 2008)

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Andrea Cote se presentará en la CASA SILVA, Bogotá, el 31 de Julio, 2008. A las 6:30 PM
ver: http://www.casadepoesiasilva.com/programacion.htm
http://www.casadepoesiasilva.com/TCOTE.gif Afiche.

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Actualizó: NTC … / gra Julio 29 , 2008.